Blanco nocturno by Ricardo Piglia

Blanco nocturno by Ricardo Piglia

Author:Ricardo Piglia
Language: eng
Format: mobi
ISBN: 9788433932785
Publisher: Anagrama
Published: 2010-01-01T05:00:00+00:00


11

La noticia de que Croce había encontrado al asesino de Durán en un rancho por Tapalqué sorprendió a todos. Parecía otro de sus actos de prestidigitación que cimentaban su fama.

—Vieron a un tipo chiquito, medio amarillo, entrar y salir de la pieza, y pensaron que era Dazai —explicó Croce. Reconstruyó el crimen en una pizarra con mapas y diagramas. Éste era el pasillo, aquí estaba el baño, lo vieron salir por acá. Hizo una cruz en la pizarra—. El que lo mató se llamaba Anselmo Arce, nació en el departamento de Maldonado, fue aprendiz en el hipódromo de Maroñas y terminó de jockey en La Plata, excelente jinete, muy considerado. Corrió en Palermo y en San Isidro y después se metió en líos y terminó en las cuadreras de la provincia. Tengo aquí la carta en la que confiesa el hecho. Se ha suicidado. No lo mataron, presumo, se ha suicidado —concluyó Croce—. Descubrimos que habían usado el viejo montacargas del hotel para bajar la plata. Encontramos un billete en el piso. Fue un crimen por encargo y la investigación sigue abierta. Lo que importa siempre es lo que sigue al crimen. Las consecuencias son más importantes que las causas. —Parecía saber más de lo que declaraba.

El asesinato por contrato era la mayor innovación en la historia del crimen, según Croce. El criminal no conoce a la víctima, no hay contacto, no hay lazos, ninguna relación, las pistas se borran. Éste era el caso. La motivación estaba siendo estudiada. La clave, había concluido, es localizar al instigador. Por fin distribuyó una copia de la carta del jockey, escrita a mano con una letra aplicada y muy clara. Era una hoja de cuaderno, en realidad una vieja página de esos grandes libros de cuentas de las estancias donde estaba escrito, arriba, con letra redonda inglesa, el Debe y el Haber. Buen lugar para escribir una carta de suicidio, pensó Renzi, que al darla vuelta vio algunas notas escritas con otra letra: tientos 1,2, galleta 210, yerba 3 kg, cabestro; no había cifras después de esa palabra, abajo había una suma. Le llamó la atención que hubieran fotocopiado también la parte de atrás de la hoja. Todo parece encontrar sentido cuando uno intenta descifrar un crimen, y la investigación se detiene en los detalles irrelevantes que no parecen tener función. La bolsa en el depósito, el billete en el piso, un jockey que mata por un caballo. Siento haberme desgraciado por un hombre al que no conozco. Y aprovecho la oportunidad para advertir que debo otras dos muertes, un policía en Tacuarembó, República Oriental del Uruguay, y un resero en Tostado, provincia de Santa Fe. Todo varón tiene sus desdichas y a mí no me han faltado las propias. Mi última voluntad es que mi caballo quede de mi amigo, don Hilario Huergo. Espero en la otra vida mejor ventura y me encomiendo al Supremo. Adiós, Patria Mía, Adiós mis Amigos. Soy Anselmo Arce, pero me dicen el Chino.

—Los paisanos son todos



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